Cuando escribí la entrada número 50 manifesté mi deseo de mentar la figura de Federico García Lorca y sus restos. Ahora que los científicos se dan por vencidos y manifiestan publicamente que no hay ningún resto ni de él ni de sus compañeros de martirio; viene ahora mi comentario, quiero que sea breve, claro, conciso y de una claridad meridiana.
Los padres de Federico eran personajes de la vida pública Granadina y de una clase social alta. Con muy buenas amistades en "ambos" lados.
Cuando fracasaron todos los intentos sociales y políticos al mas alto nivel, para reconducir a Federico a la casa paterna desde el lugar donde se encontraba "detenido", la esperanza de volver a ver vivo al poeta se esfumaron.
Cuando primero de forma oficiosa y posteriormente oficial informan a los padres de Federico el fatal desenlace, estos tratan y logicamente consiguen, averiguar donde se encuentran exactamente los restos, ya sean enterrados o en la cuneta.
De igual forma y en un lógico plazo no superior a las 48 horas, el padre y unos cuantos más debieron de dirigirse hacia el lugar donde se encontraban los restos.
Con los restos en algún camión u otro medio de transporte debieron de llegar al lugar que para el padre de Federico debería ser su ultima morada bien pudo ser en un primer momento La Huerta de San Vicente o y quizás posteriormente, el Panteón Familiar.
De manera parecida debieron obrar los familiares de los compañeros tan vilmente asesinados.
Estos pensamientos que expongo son para mi persona de una claridad meridiana, pero no de ahora con tanta parafernalia palmera sociata progre sobre Federico, sino desde que tengo uso de razón de la vida y obra de Federico, siempre de la mano de mi tio-abuelo Rafael Martínez Nadal, que curiosamente nunca oí de sus labios comentario alguno sobre los restos del poeta.
Y ya que mento a mi tío-abuelo Rafael vaya desde estas humildes líneas mi agradecimiento y todo mi cariño hacia su persona, él me enseñó a amar a Lorca, a comprenderle a lo largo de muchas tardes en su casa Londinense o en El Olivar (en Madrid) donde yo bebía con los ojos como platos sus vivencias con Federico, cuantas veces le habré oido contar en primera persona esos últimos días que vivió junto a Lorca en Madrid, las visitas que hizo a casa de mi bisabuela y por último esa despedida en la estación de Atocha con la entrega del original de su obra de teatro "El Público".
En fin, Lorca por motivos elementales, obvios y lógicos, jamás debió de pasar más de 48 horas en una cuneta o medio enterrado después de su asesinato. Ahora viene la pregunta de perogruyo: entonces, si la familia de Federico conoce perfectamente donde se encuentra su tumba, ¿porque no se hace público?. La pregunta es lógica, quizás un motivo podría ser el que ellos durante la dictadura franquista no quisieran desvelar el secreto quizás por miedo, comprensible hasta cierto momento, pero a partir de los años 70 se podría haber ido preparando "el descubrimiento" de la tumba de Lorca. Después quizás haya sido demasiado tarde, pero con el revuelo que se ha originado con la "búsqueda de los restos del poeta", la pelota se encuentra en el tejado de los Lorca.
Yo sinceramente dejaría las cosas como están, que cada uno lleve a su Lorca en el corazón y que la familia rinda los homenajes íntimos que quieran en la auténtica tumba de Federico García Lorca. Pero claro el ser humano necesita ver, quiere tener una tumba para llenarla de flores, lógico, y yo sería de los primeros, pero a lo largo de la Historia tenemos otros personajes de inmenso calibre que sus restos o están desaparecidos o yacen junto a otros muchos en fosas comunes, tal es el caso de Wolfgang Amadeus Mozart.
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La imagen que aparece corresponde a la dedicatoria que mi tío-abuelo Rafael Martínez Nadal me hizo a raiz de la publicación del tomo II "Federico García Lorca autógrafos. El público" de la editorial The Dolphin Boock Co. Ltd. Oxford. 1976.
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